Ser capaces de sentarnos y levantarnos del suelo de forma fluida parece ser un buen indicador y predictor tanto del riesgo de muerte por cualquier causa como del riesgo de caída y fractura de cadera en personas mayores.
Tener una buena capacidad física que nos ayude a estar sanos y capaces conforme pasa el tiempo no es solo cuestión de tener fuerza y capacidad suficientes para poder realizar movimientos naturales complejos o esfuerzos intensos. También es fundamental mantener o recuperar la capacidad para realizar las acciones más cotidianas, como es esta de sentarnos e incorporarnos del suelo.
Bueno, acciones cotidianas para nuestros ancestros o para otras culturas, como es el caso todavía de muchas culturas africanas o asiáticas. O, sin ir más lejos, de todos los niños en nuestra cultura occidental, al menos hasta que empiezan a pasar horas y horas sentados exclusivamente en sillas o sillones y abandonan el movimiento en el suelo. Como toda capacidad natural, ni no se usa, se pierde.
Nos referimos primero a este estudio, Ability to sit and rise from the floor as a predictor of all-cause mortality, que asocia la capacidad de poder levantarse e incorporarse del suelo sin dificultades en personas entre 51 y 80 años con el riesgo de mortalidad por cualquier causa. Mantener esta capacidad funcional es un indicador de la salud musculoesquelética de una persona, tanto de fuerza como de movilidad y flexibilidad. A menor capacidad se observa más riesgo de muerte por cualquier causa.
No solo la aptitud o salud cardiorrespiratoria está fuertemente relacionada con la supervivencia, también lo está la salud musculoesquelética.
Otro interesante estudio compara el riesgo de fractura de cadera entre la población japonesa mayor de 65 años (tanto residentes en Japón como de japoneses residentes en Hawaii) y la población caucásica de Norteamérica y del norte de Europa, y la conclusión es que la incidencia de fractura de cadera entre la población japonesa es mucho más baja, en torno a la mitad. Y no solo de fractura de cadera, sino también de caídas, dos elementos que van claramente unidos.
Aquí tenéis un enlace al estudio al que nos referimos: Falls Among Community‐Dwelling Elderly in Japan.
Factores que aumentan el riesgo de caídas son enfermedades musculoesqueléticas, discapacidad física o una actividad física limitada. Todo ello se relaciona claramente con sufrir dos o más caídas.
Entre las posibles causas para esa diferencia entre los caucásicos y los japoneses se descarta que sea porque los japoneses tengan una mayor densidad ósea. De hecho, tienen la misma que los caucásicos, o incluso menor.
Determinan en el estudio que las causas que pueden ser genéticas, como por tener piernas más cortas, o de estilo de vida. O ambas. Y, dentro del estilo de vida, consideran importante el hecho de que los japoneses tienen una mejor función neuromuscular por sentarse directamente en el suelo, práctica que siguen haciendo toda su vida, incluso a edades elevadas.
También duermen a ras del suelo, en futones, por lo que practican a diario y en todas las edades también la función de tumbarse e incorporarse del suelo, por lo que pueden mantener esta capacidad toda su vida.
Y el hecho de mantener esta capacidad neuromuscular durante toda la vida puede ser clave.
En nuestra sociedad occidental, una vez dejamos de ser niños, no estamos acostumbrados a sentarnos más abajo de una silla o sillón, e incluso sentándonos en ellas no controlamos todo el rango de movimiento, pues nos solemos dejar caer al sentarnos, más que controlar todo el movimiento.
Los asiáticos, sin embargo, mantienen a lo largo de toda su vida un control total de su cuerpo para sentarse o tumbarse en el suelo, pues son prácticas que ejecutan cada día. Así, si sufren un tropiezo, tendrán mucho más control de su cuerpo en todo momento y tendrán muchas más posibilidades de evitar la caída o de minimizar el daño al caer.
Nuestro cerebro, acostumbrado a no sentarse más que en sillas o sillones, se siente extraño cuando estamos más abajo de esa posición y no sabe como manejarse o reaccionar adecuadamente, por decirlo así. No tenemos control neuromuscular en posiciones naturales que no practicamos.
En conclusión, poder sentarnos, tumbarnos e incorporarnos del suelo parece ser un claro indicador de la capacidad funcional y de la salud musculoesquelética conforme pasa el tiempo. Mantener o recuperar esa capacidad pasa principalmente por pasar tiempo en el suelo, por sentarnos en él más a menudo. Con ello no solo podremos mejorar o preservar nuestra capacidad funcional, sino que nuestra salud general también se verá beneficiada. Si no usamos esa capacidad, la perdemos.