Nuestro sistema inmune es la defensa natural de nuestro cuerpo, nuestro sistema de protección frente a posibles agresores externos, como virus, hongos, bacterias, tóxicos o contaminantes, así como también participa en la curación y cicatrización de heridas y tejidos dañados y en la lucha contra agresores internos como las células tumorales.
Tener un sistema inmune fuerte, pues, es clave en el buen funcionamiento del sistema defensivo de nuestro cuerpo, siendo fundamental para ayudarnos a preservar la salud, como medida de prevención o para hacer frente a la enfermedad.
Entre los factores decisivos a la hora de mantener un sistema inmune fuerte están la alimentación, la salud intestinal, el correcto descanso, la eliminación o minimización del estrés crónico, la suficiente exposición al sol (la vitamina D es fundamental), el contacto con la naturaleza y, ya lo habréis adivinando, la actividad física.
Todos cuentan y todos suman (o restan, si presentamos déficit), pero vamos a centrarnos aquí en el papel que juega la actividad física en nuestro sistema inmune. Si no nos movemos, nuestro sistema inmune no será lo suficientemente fuerte.
Compartimos los puntos principales de un estudio reciente de este año, The compelling link between physical activity and the body’s defense system, el vínculo entre la actividad física y el sistema de defensa del cuerpo.
El artículo es largo y bien interesante, aquí solo vamos a resumir los que consideramos los puntos esenciales. Se centran en resumir los descubrimientos de las distintas investigaciones sobre los efectos del ejercicio en la inmunología, centrándose en 4 áreas:
1.- Efectos agudos y crónicos del ejercicio en el sistema inmunitario.
-Inmunovigilancia innata mejorada con ejercicio moderado. Con ejercicio moderado se refieren a sesiones de ejercicio de intensidad moderada y vigorosa de menos de 6o minutos de duración.
El ejercicio agudo estimula el intercambio de células y componentes del sistema inmune innato entre los tejidos linfoides y el compartimento sanguíneo. Aunque es transitorio, se produce un efecto de suma a lo largo del tiempo, con una mejor vigilancia inmunológica contra patógenos y células cancerosas y una disminución de la inflamación sistémica.
-Disfunción inmune transitoria tras un gran esfuerzo. Las altas cargas de trabajo de entrenamiento, los eventos de competición y el estrés fisiológico, metabólico y psicológico asociado están relacionados con la disfunción inmune, la inflamación, el estrés oxidativo y el daño muscular.
Posible vínculo entre ejercicio prolongado e intensivo y mayor riesgo de enfermedad.
Esta disfunción transitoria del sistema inmune tras altas cargas de ejercicio, observada en atletas profesionales, no es clara, se necesita más investigación al respecto. Todavía no se ha demostrado una conexión directa entre los cambios inmunes inducidos por el ejercicio en atletas y el riesgo de infección. Las altas cargas de entrenamiento no se asocian consistentemente con un mayor riesgo de enfermedad.
2.- Beneficios clínicos de la relación ejercicio-inmunidad.
-Menor riesgo de enfermedad respiratoria aguda.
-Inflamación sistémica reducida en individuos físicamente activos y delgados.
-La relación entre el ejercicio y el sistema inmune se vincula a una reducción de las enfermedades crónicas.
La obesidad, el síndrome metabólico y las enfermedades crónicas más comunes como la aterosclerosis, algunos tipos de cáncer y la diabetes tipo 2 se caracterizan en parte por una inflamación alta, estrés oxidativo y disfunción inmune. El entrenamiento físico contrarresta estos elementos del proceso de la enfermedad, estimulando muchos cambios celulares y moleculares en todos los tejidos del cuerpo que promueven respuestas antiinflamatorias y antioxidantes, y aumentan la vigilancia inmunológica.
-El ejercicio, la función inmune intestinal y el microbioma. Aunque la investigación en esta área es aún emergente, estudios recientes indican que el ejercicio y la forma física diversifican la microbiota intestinal, mejorando el número de comunidades microbianas benignas.
3.- Influencia nutricional en la respuesta inmune al ejercicio.
En atletas de resistencia, una mayor ingesta de carbohidratos y polifenoles podría ayudar a mitigar la disfunción inmune transitoria inducida por el ejercicio (que no está demostrada todavía), la inflamación y el estrés oxidativo. Los datos emergentes respaldan la ingesta de frutas como dátiles, pasas y plátanos por parte de los atletas durante el entrenamiento para proporcionar los azúcares y polifenoles que ejercen influencias antiinflamatorias que pueden mejorar la recuperación metabólica.
4.- El efecto del ejercicio sobre la inmunosenesencia. El ejercicio mitiga los efectos del envejecimiento sobre la función inmune.
La inmunosenescencia se define como la desregulación inmune con el envejecimiento y está relacionada con una mayor susceptibilidad a infecciones, enfermedades autoinmunes, neoplasias, enfermedades metabólicas, osteoporosis y trastornos neurológicos. La evidencia reciente respalda que la inmunidad puede ser remodelada durante el proceso de envejecimiento como resultado de las interacciones con el medio ambiente y el estilo de vida, y es fundamental para configurar el estado inmunitario en la edad adulta.
El ejercicio físico habitual es capaz de regular el sistema inmunitario y retrasar el inicio de la inmunosenescencia.
En conclusión, el sistema inmune es muy sensible al ejercicio. Si bien parece que el ejercicio físico muy intenso mantenido en el tiempo, a nivel de los atletas profesionales, pudiera tener efectos contraproducentes en el sistema inmune, lo que es evidente es que la actividad física fortalece nuestras defensas, o el sedentarismo las debilita, dos caras de la misma moneda. Y, al fin y al cabo, a intensidades de los atletas van a entrenar solo los atletas, el resto, todos nosotros, no necesitamos entrenar tanto para estar en forma y fortalecer nuestra salud y nuestro sistema inmune.
Cuando nos movemos, cuando hacemos actividad física, no estamos fortaleciendo sólo nuestros músculos, también estamos fortaleciendo nuestras defensas.
Recordemos, el ejercicio físico fortalece nuestro sistema inmune, induce una mejor vigilancia inmunológica contra patógenos y células cancerosas y una disminución de la inflamación sistémica, reduce el riesgo de enfermedad respiratoria, promueve respuestas antiinflamatorias, antioxidantes, e inmunológicas que reducen el riesgo de enfermedad crónica, diversifica la microbiota y mejora la función inmune intestinal y mitiga los efectos del envejecimiento sobre el sistema inmune.
Y si lo combinamos con los demás aspectos de nuestro estilo de vida que fortalecen nuestras defensas, estaremos reforzando nuestra salud y debilitando a la enfermedad.