Movimiento en clave de sol

Uno de los problemas que observamos en la actualidad, y que juega un papel fundamental en nuestra salud, es que hemos perdido la relación o la conexión natural de nuestro cuerpo con nuestro entorno, o con el entorno o las condiciones en las cuales hemos evolucionado y que nos han configurado, mejor dicho.

Y esto sucede, entre otras cosas, con el movimiento. Diríamos que con nuestra relación con el movimiento sucede algo parecido a lo que sucede con nuestra relación con el sol en nuestro entorno actual: lo hemos eliminado o minimizado de nuestras vidas y pasamos de la nada al todo de golpe, sin transición y sin adaptación y excediendo incluso los niveles fisiológicos saludables en ocasiones, lo que nos termina llevando a menudo a lesiones o frustraciones, y lo hacemos, además, centrándonos muchas veces solo en la parte estética y no en sus otros muchos beneficios, la salud el principal.

Hemos construido una relación artificial con el sol o con el movimiento en los extremos y que nos daña.

Empecemos con el sol. Hemos pasado de una vida al aire libre a vivir la mayoría del tiempo en interiores, minimizando nuestra exposición al sol, y, cuando nos exponemos, lo hacemos pasando de esa vida en interiores a tostarnos o quemarnos en los meses más calurosos del año, en las horas centrales del día y usando bloqueadores solares, y lo hacemos buscando simplemente estar morenos, la parte estética.

Como consecuencia de esta relación con el sol en los extremos, estamos perdiendo una inmensa parte de los beneficios fisiológicos que tiene una adecuada exposición al sol, que son muchos. Solo por poner un caso, casi toda la población occidental tiene un déficit de vitamina D, la vitamina del sol, vitamina que interviene en infinidad de procesos en nuestro organismo. Con niveles crónicos bajos de vitamina D no hay buena salud. Y este no es el único aspecto de nuestra fisiología que regula una adecuada exposición al sol, como decimos.

Hemos perdido nuestra relación natural con el sol. En lugar de pasar de la nada al todo, de la vida en interiores a quemarnos bajo el sol un fin de semana o un mes al año, deberíamos más bien recuperar una relación más natural con el sol, una exposición frecuente a lo largo de todo el año, pasando más tiempo al sol a primera hora de la mañana y a última de la tarde, cuando el sol no es tan fuerte, especialmente en los meses cálidos, y exponernos en las horas centrales sin uso de bloqueadores solares pero retirándonos a la sombra o cubriéndonos con ropa antes de llegar a quemarnos. Con esto, con el tiempo pasado al aire libre a la sombra o cuando el sol no es tan fuerte, que debería ser la mayor parte del tiempo, iremos generando adaptaciones y preparando nuestra piel para exponernos más tiempo sin daño en las horas centrales. Y, en cuanto al tiempo a pasar bajo el sol en las horas centrales, pues depende de cada persona, del tono de su piel, de la adaptación que tenga al sol, de la época del año, etc. La señal para retirarnos a la sombra o cubrirnos es clara, la traemos de serie, la sentimos en la piel. Cada cual, en función de sus características, podrá pasar un tiempo u otro al sol sin llegar a quemarse, pero, si lo hacemos progresivamente y escuchando las señales que nos manda nuestro cuerpo, este tiempo de exposición podrá ir siendo cada vez mayor.

Para podernos exponer más tiempo en las horas más intensas sin llegar a quemarnos, dentro de un límite fisiológico saludable, claro, debemos pasar antes mucho más tiempo expuestos a lo largo de todo el año en las horas más suaves del día o en la sombra.

Exponiéndonos de esta forma, además, nuestro cuerpo habrá generado adaptaciones para minimizar los daños si un día nos pasamos y permanecemos al sol más tiempo de la cuenta. Siempre y cuando sea eso, algún día puntual, y no algo habitual.

Lo perjudicial no es el sol, es la relación artificial que nos hemos construido con el sol, esa relación de extremos.

Con el movimiento sucede algo parecido. Hemos construido un entorno sedentario donde apenas nos movemos y, lo poco que lo hacemos, lo hacemos en unos rangos muy limitados, y, cuando queremos empezar a movernos, a hacer ejercicio, queremos pasar de la nada al todo, haciendo movimientos para los cuales no estamos preparados o entrenamientos demasiado intensos sin tener la base adecuada y sin respetar los tiempos de adaptación. Y lo hacemos, además, buscando simplemente la parte estética.

Como consecuencia de esto, nos quemamos también y acabamos lesionados o desmotivados.

Como sucede con el sol, tenemos un déficit claro de movimiento en nuestra sociedad que nos conduce a la enfermedad. Hemos perdido nuestra relación natural con el movimiento.

En lugar de pasar de la nada al todo, deberíamos empezar a pasar mucho más tiempo al día y a lo largo de todo el año moviéndonos de forma variada y a intensidades suaves y/o moderadas, para, de este modo, ir generando adaptaciones para poder exponernos sin riesgo a intensidades más vigorosas o intensas. Pasar de ser sedentario a entrenar a alta intensidad no es buena idea ni es saludable, como tampoco lo es pasar de estar recluido en interiores a quemarnos bajo el sol en el mes más cálido. Para hacer entrenamientos más intensos, debemos primero pasar antes mucho más tiempo moviéndonos a menor intensidad. Así, poco a poco y en función de las características de cada cual, de la edad, etc, iremos generando adaptaciones para poder hacer entrenamientos más intensos, pero recordando que siempre debemos pasar más tiempo moviéndonos a intensidades más suaves que no tan intensas. El entrenamiento de alta intensidad tiene muchos beneficios, pero siempre debería ser construido tendiendo en cuenta las características de cada persona y desde la base de mucho movimiento variado y a intensidades más suaves.

Con esto, generando una base de mucho movimiento variado y de capacidades funcionales básicas, podremos exponernos progresivamente a mayores cargas o intensidades y responderemos mejor, minimizando el riesgo de lesiones, cuando nos expongamos puntualmente a esfuerzos mayores, incluso excesivos.

También hemos construido una relación artificial con el movimiento en los extremos, de todo o nada.

No queramos pasar de la nada al todo de golpe, de evitar el sol o el movimiento a quemarnos o dañarnos a altas intensidades, tratemos de recuperar más bien una relación más natural con el movimiento en clave de sol.