Nacidos para movernos

Reconozcámoslo, somos unos comodones. Nos cuesta levantar el culo del sofá, bajar a la calle por las escaleras en lugar de por el ascensor, desplazarnos por la ciudad moviendo un pie y después otro. Y la trampa es que no necesitamos movernos, tenemos garantizada nuestra supervivencia prácticamente moviendo un solo dedo. Pero a qué precio. Cada vez el movimiento es menos necesario para la especie, pero no para el individuo. El individuo se enferma por no moverse. Nunca como ahora nos hemos movido tan poco. El movimiento siempre ha sido esencial para nuestra supervivencia: movimiento para buscar y conseguir agua y comida, movimiento para migrar cuando era necesario, movimiento para construir un refugio, movimiento para confeccionar la ropa, movimiento para escapar de algún depredador o peligro, movimiento muy diverso todo el día, en entornos naturales y variados, y a lo largo de toda la vida.

Pasamos de ser nómadas cazadores-recolectores, donde este movimiento variado era esencial, a ser agricultores hace unos 10.000 años, lo que supuso un cambio drástico en el estilo de vida, también en lo que concierne al movimiento. Nos asentamos en poblados, nos hicimos más sedentarios y nuestro movimiento se fue haciendo más especializado y repetitivo. Pasó el tiempo y llegamos a la era industrial, hace unos 200 años, lo que especializó y restringió aún más nuestro movimiento. Así hasta la era tecnológica, donde el movimiento no sólo se ha restringido enormemente, sino que se ha hecho todavía más especializado. No sólo nos movemos mucho menos, sino que lo hacemos en un rango muy limitado y repetitivo.

Y nuestro genoma y, por tanto, también nuestro cuerpo, es en esencia el de un cazador-recolector. Es lo que hemos sido el 99% de nuestra evolución, durante dos millones y medio de años, es lo que nos ha configurado como somos. Tenemos un cuerpo para movernos como se movían nuestros ancestros, aunque hayamos modificado y creado un entorno para el sedentarismo y el (poco) movimiento repetitivo.

Este enfoque de adaptación evolutiva debe ser tenido en cuenta también a la hora de decidir cómo nos movemos. Las demandas físicas de nuestros ancestros modelaron nuestro genoma y, por lo tanto, también nuestra capacidad para responder mejor a un estímulo de entrenamiento o de movimiento.

Nuestros ancestros se tenían que mover mucho y de muy diversas maneras a lo largo del día, en grupo la mayoría de las veces, y a través de un entorno variado. Ese patrón ancestral de movimiento se caracterizaba por la prevalencia de una actividad física continua de baja o media intensidad, como desplazarse, recolectar o el mantenimiento de ropa y refugio, intercalada con acciones de alta intensidad y de corta duración en momentos puntuales, como sería la caza, que englobaría distintas actividades de distintas intensidades, como la búsqueda y persecución de los animales, lanzar, esprintar o transportar la presa.

Nuestros ancestros no se entrenaban para estar en forma. Simplemente usaban su cuerpo para llevar a cabo sus actividades cotidianas. No se especializaban en un tipo de movimiento concreto, o en una capacidad física determinada (fuerza, resistencia, flexibilidad). Como animales, no hemos sido especialistas, no éramos los más fuertes ni los más rápidos, sino que hemos sido más bien grandes generalistas. Nuestra supervivencia dependía de  unas buenas capacidades físicas globales adaptadas a nuestro entorno y de un movimiento muy frecuente y variado, movimiento que incluía acciones como caminar y correr, saltar y aterrizar, colgarnos y escalar, rodar y gatear, levantar y transportar peso, lanzar y atrapar, atacar y defendernos. Y también otros tipos de movimiento que no se consideran hoy día ejercicio físico como tal pero que eran muy frecuentes para nuestros ancestros, tales como agacharse, inclinarse, sentarse, tumbarse, incorporarse o levantarse, todo esto de distintas maneras y sobre diversas superficies.

En Humanimal Training recuperamos la práctica de esos patrones básicos de movimiento humano, no buscando la especialización característica de muchos deportes o sistemas de entrenamiento actuales, sino persiguiendo una mejora global de nuestras capacidades humanas de movimiento. Nuestro cuerpo espera recibir esos estímulos, no solo para tener un cuerpo funcional y autosuficiente y poder movernos sin molestias ni restricciones, sino para funcionar óptimamente en términos de salud.

Queremos recuperar una relación con nuestro cuerpo y con el movimiento más intuitiva e instintiva, apoyándonos en el conocimiento actual de la ciencia del entrenamiento pero con el foco puesto siempre en aprender del movimiento natural de nuestros ancestros, que también es el nuestro.

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